Desde tiempos coloniales, podemos observar algunos períodos de muy escaso desarrollo cultural en nuestro país, con mínima intervención del Estado en la formación y la divulgación de ese campo. En paralelo, es posible identificar también otros momentos o procesos realmente ricos en materia de producción cultural dentro de nuestra historia. Pero importa detenerse, sin embargo, en esos tiempos marcados por la debilidad cultural, casi siempre unida a un menguado desarrollo educacional; es ahí donde mejor pueden percibirse los efectos embrionarios de una actividad cultural primaria, al tiempo que visualizar la importancia de aquellos que buscaron fomentar y producir cultura. Se trata de actores individuales muy importantes -en singular y con nombres propios- que han sabido trabajar en medio de un empobrecimiento general. Este fue el caso, por ejemplo, de Manuel Pérez Castellano y Dámaso Antonio Larrañaga, organizadores de la primera biblioteca pública en tiempos de Artigas, quienes aportaron un instrumento que sería fundamental en el cambio cultural generacional, dentro de un país desolado y empobrecido. Es ahí donde se perciben las pequeñas pero importantes transformaciones que empiezan a gestarse en la comunidad social, con directas implicancias en el crecimiento económico y social, a medida que se vislumbra su trabajo y su esfuerzo. En síntesis, son esos magros momentos los que nos permiten afirmar que hay una correlación bien directa entre desarrollo cultural y crecimiento económico. En función de ese aprendizaje, es que percibimos hoy un enlace cada vez más fuerte entre esos dos campos, a partir de nuevas circunstancias y consideraciones de valor. Se asume así que la actividad cultural califica a la producción económica, aportándole identidad y singularidad, además de un poderoso reconocimiento social, tanto nacional como internacional. Un reconocimiento como producto individual que alcanza también al país en su conjunto, donde industrias como la del vino o artesanías como la de la lana dan buena prueba delos logros posibles.También sabemos que la cultura puede generar interesantes crecimientos económicos, capaces de establecer cambios significativos en el PBI de un país - Italia, Francia, España constituyen buenos ejemplos en este sentido-, o bien potenciar desarrollos locales de escala más restringida. Es claro que en esta tarea de producir cultura no están solos el Estado y los gestores culturales. Cada vez más es notoria la presencia del empresariado, actor esencial que potencia la cultura y, en paralelo,se nutre de ella. Es por esta razón que empresas como NOBILIS CBSA han pensado en un proyecto capaz de establecer interesantes enlaces entre las artes visuales y la literatura, la historia del arte, el paisaje y el patrimonio, entendiendo a todos esos campos como factores de potenciación empresarial, al tiempo que vinculan el interés de su personal y el de los clientes en la materialización de distintos productos resultantes como ser exposiciones, conferencias, charlas informativas, tertulias y visitas guiadas. Este camino iniciado por NOBILIS abre un espacio fundamental en lo que hace al rol comprometido del empresariado con la cultura, en un tiempo en que el país cuenta con una interesante Ley de Mecenazgo que fomenta esos acuerdos y augura un punto de inflexión en la producción cultural.